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Todo estaba previsto menos el postre. Pero uno tiene suerte: apareció alguien con una caja de bocadillos veleños, que nos enviaban de la casa. Compramos queso y pasamos los bocadillos acompañándolos. Yo no he visto una cara de estupefacción mayor. En Europa queso y dulce no son compañía. Sonaba casi a ofensa gastronómica. Les explicamos que era una tradición, pero ninguno se atrevía a dar el primer bocado. Fue Ungareti quien tomó la decisión y atacó el plato colombiano. De la sorpresa los invitados pasaron al pasmo, sabía bien, mejor dicho, estupendamente bien. Moravia concluyó con una frase que cerró la reunión: "E una pazia tropicale" (una locura tropical), pero maravillosa

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